Por Gabriela Ortega Flores

Participante del programa Escribamos Juntas.

Cuando estaba en el proceso de las quimios, mi mayor temor era que mis hijas Mildred, de un año 9 meses, y Melanie de 5 meses, no me reconocieran o se asustaran conmigo. Karla, la más grande lo tomaba a juego para no llorar, pero estoy segura de que por dentro sentía que se desgarraba su mundo y aún así sonreía para darme fuerza.
A los quince días de mi primera quimio, un 31 de diciembre, cargué a Melanie y ella abrazó mi cabeza con todo su cariño y cuando se soltó se llevó los primeros mechones que se me cayeron. Lloré tanto, y me decía Jaime, mi esposo “no te pongas así, sabíamos que esto iba a pasar”, y yo le contesté que no por saber, deja de doler. Me fui a encerrar en mi recámara, lloré hasta que me cansé, ya después bajé a preparar la cena de fin de año, todavía bromeando con que, si salía un pelo en la cena, sólo lo hicieran a un lado. Estaban ahí mis hermanos Memo y Pancho y me dijeron, “no te apures, uno no es ninguno” y soltaron la carcajada…. Momentos como estos en los que se ríe en vez de llorar aligeran el camino. Gracias familia, mamá, hijos, Jaime, por estar conmigo.
Lo he dicho antes, una familia es como un engrane, si falla algo falla todo. Mis hermanas, sin ustedes a mi lado apoyándome, no me puedo imaginar. Una vez me dijo mi hermano que lo que se siembra se cosecha. No sé si sembré suficiente, pero Dios me bendijo con una abundante cosecha. Mucha gente que por mi cabeza no pasaba, tuvo para mí una oración, un abrazo, una palabra de aliento. Tantas cosas, que no puedo dejar de dar las gracias, y desearía que cada mujer que pase por una situación similar tuviera el mismo apoyo.
También recuerdo cómo mi hermano el más chico estaba platicando por Skype con mi mamá, quien le decía “no te apures, ella está bien” y me pidió que me acercara a la pantalla, me vio y se fue para atrás con todo y silla. Le dije “no pasa nada, al rato me crece” y seguimos como si nada. Sólo Dios sabe lo que sintió mi hermano, tan solo, tan lejos. Por mí cabeza y tal vez por la de él pasó “si no lo vuelvo a ver” Gracias a Dios pude verlo y abrazarlo, él sabe que para mí es mi niño y bendita tecnología que me permitió estar cerca de él aún a la distancia.
Hubo una psicóloga en el grupo, Janeth, que en una de sus terapias nos preguntó “tú sabes cómo te sientes, pero ¿alguna vez le has preguntado a tu familia cómo se sienten ellos?” Ahí me cayó el veinte de que todos nos hacemos fuertes y no mostramos el miedo o el dolor, pero darles su lugar a estas emociones también es sano, en mi caso, escuchar a mi esposo que por momentos se sentía perdido, poderlo abrazar y reconfortar, haciéndole ver que un día, él o yo podemos partir y que lo importante es cómo vivimos el hoy,